Powered By Blogger

miércoles, 30 de mayo de 2012

La armónica y el forastero


María Gadú. El extranjero.


El sonido de una harmónica es siempre melancolia. Las cosas rutinarias en el extranjero muchas veces son el sonido de una armónica. Y es que, si las cosas más insignificantes del día a día pueden tornarse dificiles si uno es extranjero, ¿qué pensar de las complejas? 

Cojí muchos trenes ya, cojí tantos trenes que se me olvidó escribir correctamente la palabra “coger”.

El viento de un extranjero siempre trae sensaciones encontradas.

Una maleta que vino llena de sueños es una maleta que está vacía. Una maleta que, primero,  se llenó para ir a Holanda y que allí, se vació al poco tiempo y necesitó de varios meses para llenarse de nuevoa pesar de que con posterioridad, se vaciaría otra vez.

Después se llenaría de nuevo para venir a Inglaterra y, al llegar a este país, pronto quedaría vacía. Los sueños y las quimeras me las había robado un ladrón que se disfrazaba de vida. Una vida que te hacía pasar por momentos en los que antes nunca pensé que me vería.

Y eso sucede, simplemente porque las cosas en el extranjero no son fáciles. El sol suele visitarte menos. Los momentos buenos son muy buenos pero los malos horrorosos, la vida del extranjero es radicalidad. Más aún, cuando se hace algo que no es fácil de hacer hoy en día...

Las preocupaciones vanales desaparecen y no comprendes a la gente que las tiene. Sin embargo, te ves obligado a compartir conversaciones de foresteros con otros foresteros que se preocupan por cosas de las que yo me preocupa antes y que, ahora, dejan de tener el sentido que antes tenían. Supongo que todo despende de perspectivas.

La mía sigue usando un cristal de forestero.

Las nacionalidades se consiguen con el tiempo pero la vida supongo que siempre se quedará dividida en dos mitades. Miras al suelo, y ves que no es tu suelo. Quieres escapar de ese suelo pero el camino de escape solo te lleva a otro suelo del que ya tuviste que escapar. Entonces te preguntas, ¿a dónde vas?

Aunque me quiera autoconvencer, supongo que no es fácil ser un forestero.

Uno se pierde muchas cosas en las que quería estar...




Yo quería estar con vosotros.

Yo quería abrazar vuestra felicidad
y encontrar ese abrazo de vuelta.
Quería ver sonreir por ambos lados
las caras de las monedas.
Encontrarme que el regreso está sobre la mesa.


Yo quería sentarme con vosotros,
y compartir sonrisas de eterna fidelidad.
Encontrarme con que mis anecdotas están sobre una mesa
en la que nunca temes por tropezar.

Yo quería disfrutar de la felicidad
que, jugando en los ojos del niño,
baja desbocada como un río
para acunarse tranquila en mis sigilos.

Yo quería estar con vosotros
y no sentirme forastero.


Por ahora, es el precio a pagar.

Pero doy gracias a Dios porque tengo conmigo a la persona más maravillosa que he conocido en mucho tiempo. 




Porque ella me ha dado una pequeña familia en el extranjero. Porque ella, aunque sea también extranjera, ya hace tiempo que dejó de sentirse forastera. 

Una vez más gracias por todas las pequeñas y grandes cosas que haces por mí. Ojalá yo esté sabiendo como devolvertelas todas. Al menos lo estoy intentándolo usando toda mi sensibilidad.



Y si no lo consigo, espero que al menos veas el imnenso amor que siento por todo lo que eres.

Tú estás siendo el sol que abraza 
el frío viento de este forastero.