Yo en realidad no se como se llama, pero yo le llamo Jack.
En Inglaterra, a veces, no es tan fácil hacer amigos como lo puede ser en otros lugares. La ciudad de Eastbourne tampoco propicia enormemente a ello.
Con el mes de Diciembre desaparece de mi vida... mi amigo Jack.
Jack es un señor de 87 años. Tiene la misma mirada que tenia mi abuelo, y cuando usa sus manos, puedo ver un reflejo de las que tenia mi abuelo. Jack y yo solíamos coger el mismo autobus. A las 9.07 am, el número 1 hacia Cooper Hills. Él se bajaba antes que yo, solo una parada antes de llegar a Willingdon.
La primera vez que ví a Jack no quise estar a su lado. Llevaba una ropa muy sucia y portaba un aspecto bastante malo. El tiempo pone a cada uno en su sitio y, desde luego, este solo es un ejemplo más que me recuerda que los prejucios los debo de usar como plantillas para los zapatos. Mi amigo Jack es el tipo de persona que puede hablar con cualquiera en cualquier momento: desde una madre que empurra el carrito de su bebé hasta un heavy melenudo enfadado porque ha perdido su autobus. No recuerdo la razón por la que nosotros comenzamos un día una conversación... Supongo que dieron el hambre con las ganas de comer.
Si recuerdo que me sentí un poco reticente a hablar con una persona con tan mal aspecto. Me preguntó a que me dedicaba y se lo conté. Luego él me diría que se dedicaba por las mañanas a cuidar del jardín de la casa de su hijo, el director del hospital de Eastbourne.
Pues eso, los prejuicios, a guardarlos.
Jack tiene 87 años y es una persona cosmpolita. En sus ratos libres cuida del jardín y le gusta disfrutar de las exposiciones de arte que se celebran en el museo. Dice que le encanta conocer siempre gente nueva. Además a viajado bastante, sobretodo por motivos de trabajo. Vivió una larga temporada en Hamburgo, Alemania. Dice que los años 50 allí eran muy diferentes a lo que se es hoy día. Aquellos trabajos si que eran estresantes, me comenta muchas veces.
Pero además de participar en la Segunda Guerra Mundial en Alemania, tuvo tiempo para viajar a Australia. Bueno, eso es algo muy común para los británicos. Allí conoció a uno de sus amores de su vida, el cual falleció el viernes pasado. Jack estaba triste pero me decía que se basta con él mismo para ser feliz. Que la vida es muy corta y se pasa muy rapido para estar amargado por cosas vanales.
Durante aproximadamente dos meses, Jack me ha contado historias como las que mi abuelo me contaba. Jack me dado consejos para curar mi espalda y consolado en el tema sentimental. Además Jack, me ha dicho como se debe de tratar a una jefa en el trabajo. Según él, debes de gritar siempre: "Sí, Señor".
"Supongo que serán cosas de la edad", me dice afirmando con la cabeza y bromeando.
Normalmente 20 minutos antes de que saliera el autobus, ambos estabamos allí para charlar un poquito. Supongo que, en cierta medida, los dos necesitabamos el uno del otro.
A partir de la semana que viene, Jack no volverá a coger el autobus conmigo. El pobre decía hace unos meses que por la mañana estaba empezando a hacer demasiado frio.
El frío ya ha llegado.
Me quedo con su regalo y aquí le dedico un poco del cariño que le he guardado.
Aunque yo no lo vea, Jack siempre cogerá otro autobus y bien seguro que tendrá nuevas amistades.
Allí donde estés, cuidate mucho, Jack.
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