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jueves, 19 de enero de 2012

El vals y la boca cerrada

Esta noche se ha mezclado el vals
con la boca cerrada, 
la guitarra que intenta cantarlo
está desafinada.





Aquí se juntan varias cosas: La poesía y el flamenco, Lorca y Morente, los gitanos y... y aquellos que escribian para los gitanos. Pero sobre todo lo que hay aquí es Granada.

Y si no, que se lo pregunten a Leonard Cohen cuando descubrió ese pequeño libro de Lorca en una pequeña libreria. Un libro que le hizo descubrir un gigantesco mundo de colores, cristales y formas diferentes. Y quizás, sin saberlo, el Sr. Cohen encontró otras perspectivas. Otras perspectivas de Granada. Bueno, quizás sí que lo supo.

Bueno, pues quiero poner esta poesia cantada especialmente para el viejo canoso, su mujer y un medio cano que de vez en cuando me lee. Porque a estas horas de la noche, al escuchar esta cancion, pues me he acordado de vosotros.






En Viena hay diez muchachas,
un hombro donde solloza la muerte
y un bosque de palomas disecadas.
Hay un fragmento de la mañana
en el museo de la escarcha.
Hay un salón con mil ventanas.

¡Ay, ay, ay, ay!

Toma este vals con la boca cerrada.
Este vals, este vals, este vals, este vals,
de sí, de muerte y de coñac
que moja su cola en el mar.

Te quiero, te quiero, te quiero,
con la butaca y el libro muerto,
por el melancólico pasillo,
en el oscuro desván del lirio,
en nuestra cama de la luna
y en la danza que sueña la tortuga.

¡Ay, ay, ay, ay!

Toma este vals de quebrada cintura.
En Viena hay cuatro espejos
donde juegan tu boca y los ecos.
Hay una muerte para piano
que pinta de azul a los muchachos.
Hay mendigos por los tejados,
hay frescas guirnaldas de llanto.

¡Ay, ay, ay, ay!

Toma este vals que se muere en mis brazos.
Porque te quiero, te quiero, amor mío,
en el desván donde juegan los niños,
soñando viejas luces de Hungría
por los rumores de la tarde tibia,
viendo ovejas y lirios de nieve
por el silencio oscuro de tu frente.

¡Ay, ay, ay, ay!

Toma este vals, este vals del "Te quiero siempre".
En Viena bailaré contigo
con un disfraz que tenga
cabeza de río.

¡Mira qué orillas tengo de jacintos!
Dejaré mi boca entre tus piernas,
mi alma en fotografías y azucenas,
y en las ondas oscuras de tu andar
quiero, amor mío, amor mío, dejar,
violín y sepulcro, las cintas del vals.



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