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martes, 17 de abril de 2012

El Descubridor de Galaxias y la Artista




Eran las 12.30 de la mañana del viernes pasado. Cuando salía de casa, el sol relucía en la mañana de Eastbourne. Aquí como la gente es diferente, a eso lo llamarían la tarde pero en este rincón voy a permitirme llamarlo a mi manera. Como decía, un sol radiante relucía para que Eastbourne diera una maravillosa bienvenida a Bruno y Angeles. 

Ahora voy a dirigirme a tí “grandote”.

El saludo de Eastbourne parecía efimero. Al poco nos dirigiamos a la playa para tomar las primeras fotos. Como ya te había contado, vivir a 5 minutos de la playa no es en Inglaterrra como lo es en España, como puede serlo en nuestra Granada – ya sabes que aunque es más tuya que mía, yo también la considero un poco de mi propiedad. Como te decía, yo pensaba que podría abrir la ventana en la mañana temprana y que olor el olor a sal inundaría mi cuarto. Sin embargo, como los dos habeís podido comprobar, eso no es así. La única muestra que, desde mi cuarto, denota la cercanía del mar es el canto de las gaviotas: esos gallos madrugadores del mar.



Y es que el mar no huele en Inglaterra como huele en España pero, tras este maravilloso fín de semana, tengo la sensación de que he podido oler un poco el mar. Tengo la sensación de que el agua del mar nos ha presentado nuevos colores que solo pocas veces antes había visto desde la altura de esos bellos acantilados. Incluso pienso que el tiempo nos dío una tregua el primer día para visitarlos. Tras un sol radiante que os daba la bienvenida a vuestra llegada, y que luego se convetiría en nube y luego una lluvía que nos empababa, y luego el sol asomando para deciros porque Eastbourne es “the sunshine coast of England”.

A tí, querido amigo, poco tengo que descubrirte a estas alturas. Las cosas que hemos compartido durante un año en Holanda y nuestras experiencias en nuestros viajes por Europa crearon una amistad. Nuestro breve tiempo en Granada, a veces añorado en Holanda, y desde luego las experiencias comunes en Inglaterra han echo sin duda que esa amistad se mantenga. Quiero darte las gracias porque sé que puedo contar contigo para cualquier cosa y sé que tanto tú, como nuestro gran amigo Teo, siempre estais para mí.


Sabes que me siento muy orgulloso de tí, siempre voy propagando por ahí que te dedicas al estudio de las galaxias. Es que eso, querido amigo, es para estar orgulloso. Yo sé que a tí no te gusta ese tipo de cosas, a mí tampoco me gustaría si estuviera en tu lugar, sin embargo no lo estoy y desde el prisma de la amistad pues, tío, es algo de lo que me apetece presumir.

Pero esta vez, mi querido amigo, he podido descubrir un poco más a esa artista que se llama Angeles. No cualquiera hubiera soportado tan bién un fín de semana entre los dos. Como a mi me gusta llamarlas, nuestras bromas son “un poco diferentes” y aunque, ella entraba en el juego de vez en cuando, la pobre ha sabido aguantar y devolverlas con una sonrisa tan dulce que el mismo cielo pensó que le robaba.

Yo pienso que tu artista hizo un pequeño trato con el cielo el viernes por la tarde.

Mientras nosotros, absurdamente bromeabámos – justificación: nuestras semanas ya son bastantes duras de trabajo como para no permitirnos tales lujos en el fín de semana – ella se quedó atras y allí hizo un pacto con el cielo. Él le pregunto si tendría esa dulce sonrisa durante toda su estancia en Eastbourne. Angeles, con una mirada astuta le dijo “sí”. Entonces el cielo le dijo que, si mantenía esa sonrisa hasta su marcha, él la dejaría que lo pintara del color que más le gustara. Ella aceptó.


Angeles,
hizo un trato con el cielo
para pintarlo de azul
el viernes por la tarde
y el cielo aceptó.

Angeles,
pintó el cielo de azul
el viernes por la tarde
y el cielo así se quedó.

Luego el agua nos invitó
a probar su frio abrazo,
para que luego fuera
el calor de unas piedras
las que nos abrazaran.

Angeles,
hizo un trato astuto con el cielo
y el cielo aceptó.

El cielo pensaba
que Angeles no lo engañaría
pero Angeles lo embaucó.

El cielo no sabía
que Angeles tenía su dulce sonrisa eterna
porque por fín estaba con Bruno.

El cielo no sabía
que Angeles era una aventurera:
que había cruzado el Nilo,
y visto a los cocodrilos.
Que había pintado a los antiguos egipcios
y que había luchado con el fruto de la sangre.

El cielo no sabía
que Angeles consigue lo que quiere
y el cielo creyó que la engañaba.

Pobre iluso era aquel cielo
que cambió su color por un negocio
en el que no ganó.

El cielo no sabia
que Angeles tenía su dulce sonrisa
porque, tras tanto tiempo,
estaba con su amor.

El cielo no sabía
que a Angeles, le era indiferente
cualquier color que tomase
porque ella siempre sonreiría.

Porque yo sé
que Angeles consigue lo que quiere,
quiero decirle que todo es paciencia
y que pronto volverá el cielo
a pedirte que le des color otra vez.

Yo me conformo con haber estado un fín de semana con un Descubridor de Galaxias y una Artista que supo pintar el cielo. Al fín y al cabo, un Descubridor de Galaxias y una Artista tiene más cosas en común que lo que muchos piensan.

Gracias por un maravilloso fín de semana. Espero que nos veamos pronto, la siguiente visita es cosa mía y espero que en esa ocasión pueda ensañaros lo único que me faltó y que es la culpa de que mi corazón esté tan feliz.



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