Powered By Blogger

viernes, 22 de abril de 2011

Yo no compro carne en el Mercadona

"Yo no compro carne en el Mercadona".

Esa era su máxima preocupación.

No importaban cosas tales como llegar a Madrid; el día y hora en que saldríamos de Granada; la compañía aérea con la que volaríamos; el precio de los billetes, etc.

Su máxima preocupación fué llamar a su padre para preparar un cargamento de embutidos ibéricos curados en la Sierra de Cazorla. Cultivados al modo más tradicional. A decir verdad, es la primera vez que he visto a un perro de control de frontera en un aeropuerto frotarse las manos previamente a la llegada del equipaje.

¡Y cómo cambió el color de los ojos de Manu, cuando Molina abrió aquella maleta en Bélgica!

Todavía lo recuerdo. Pero me acuerdo de varias cosas más.

El desembarco en Charleroi. El tren hasta Lieja. La sensación de estar en el extranjero al más completo desamparo. Liege Guillemins. La escalera estrecha y empinada que llevaba a casa de Manu. Su casa. La ventana el techo del salón. Poner música cuando ibas al baño. Las comidas. La lluvia.

Entre todo ello, el Señor Molina, "dando por culo".

¿Sabeís eso que se dice de "cuando un .... coje una linde"? Mi amigo Molina la coje y mantiene la senda como un galope tan firme, que el mismísimo Cagancho firmaría. Sin duda, la tenacidad y la constancía es una de sus virtudes. Es un hombre tenaz en todos los aspectos y en la amistad, no puede ser menos. Pase lo que pase, sabes que es la persona que siempre estará para tí. Con el más sabio de los consejos saliendo de su boca.



Es alguién al que siempre recurro cuando la vida me obliga a tomar una decisión transcendente.

¡Ahi amigo! ¡Como recuerdo la primera conversación que tuvimos!

Bajábamos de la Facultad de Económicas después de clase, y hablamos de temas que no resultaban para nada placenteros. Enfermedades y malavenidas relaciones personales. Quizás fuera uno de los motivos de nuestra unión. Quizás, desde entonces, una fuerza me impulsó durante un año, a tocar en tu ventana durante la madrugada. Tu siempre devolvías la gamberrada, con la mejor de las sonrisas y vistiendo el más feo de los pijamas.

Eran cosas de la joventud. Ahora somos algo mayores. A mi pelo asoman más de una cana -pero todavía ni rastro de barba.

¿Cuántas horas tenemos acumuladas de charlas?

Si las cuento, tengo que volver a contarlas. Y luego otra vez, y luego otra. Porque seguramente que siempre me daría un número mayor que el recuento anterior.

¡Y cuánto las echo de menos ahora!

¿Cuántas veces me has dicho que la vida fija un punto de encuentro para las buenas personas? Y que nosotros, estabamos destinados a encontrarnos. Pero ahora me doy cuenta de como las experiencias influyen: La capea en la que yo no estube, Mojacar o, más personalmente en mi caso, Polonia o Holanda.

A la vida me siento agradecido por ponerte a mi lado.

A la vida me siento agredecido por haberme hecho compartir contigo el principio de mi camino.

A la vida me siento agradecido por saber que la compartiré contigo hasta el final.

A la vida le mandaría un jamón, si tuviera su dirección.

Algo dentro de mí cambió en aquel viaje a Belgica. Pero ahora sé, que ese cambio fue tan fuerte, porque iba con vosotros. Ese cambio fue tan fuerte porque viajé -aunque más de la mitad del tiempo lo hiciera dormido- con Manu, Molina y Miguel.

2 comentarios:

  1. Gracias por tus palabras. Yo siento lo mismo, e imáginate, tú fuíste mi primer amigo en Granada, mi primer amigo de carrera!! y después de tanto tiempo seguimos siendo amigachos. Como tú comentas, al vivir cosas tan fuertes los lazos se hacen muy fuertes y los nudos con nos unen son imposibles de desatar. Me alegra tu gran aventura y que, como hablamos una vez, hayas perseguido tus sueños con todos tus fuerzas!!!, al final la vida pone a cada uno en su sitio (otra frase) y espero que te coloque en el lugar que esperas muy pronto. Con tu marcha a Londres una parte de mi y de estos años maravillosos se fue contigo.

    UN ABRAZOOOç!!!

    ResponderEliminar
  2. Es que teniendo lo que tiene en casa ¿Por qué coño iba a comprar carne allí? Él sabía lo que quería. Las demás preocupaciones, para otros.

    ResponderEliminar